S.P.D.V.

Este cuaderno digital está dedicado a la Filología y al Maestro Juan de Ávila (1499-1569). Está editado en Madrid, por Julio C. Varas García y tiene vocación de ofrecer contenidos de forma periódica a todo aquel interesado en las Letras Humanas y Divinas.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Don José. In memoriam

En el año 1986, junto a otros chicos de mi pueblo (Astudillo), llegué al pequeño pueblo de Muga de Sayago en el mes de septiembre. Íbamos allí siguiendo una breve tradición iniciada por chicos mayores que nosotros que se desplazaban más de 250 Kms. para estudiar Bachillerato en este alejado lugar, frontera (“muga”) con Portugal, en la recóndita “extremadura” de Sayago. Nunca he sabido bien por qué ni cómo se inició esta tradición, pero en mi época era don Mariano Solórzano, maestro de nuestro colegio, quien animaba a los padres y a los alumnos de 8º de EGB a estudiar en este colegio.


El “colegio de Muga”, en realidad, era una especie de “sucursal” del Instituto de Bachillerato “Claudio Moyano”, de Zamora, establecido en la Muga junto a dos residencias (masculina y femenina) que dirigía don José L. Gutiérrez Mazeres, un sacerdote murciano, de aspecto marcial, de vida austerísima, licenciado en Filología Clásica en la Universidad de Salamanca y practicante de una pedagogía basada en el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio. Junto a Don José, había otros antiguos alumnos que le ayudaban: doña Angelines, Castro, don Juan, Casas. A todos ellos les recuerdo con afecto y agradecimiento, pues gran parte de lo bueno que haya hoy en mí se lo debo a ellos, entre otros.


Después de una larga vida de entrega y trabajo, Don José ha fallecido hace unos días. Quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento hacia él, que fue mi maestro. Me enseñó Historia de la Música, Latín y Griego. Su pedagogía, tan austera, se basaba en el esfuerzo, en el trabajo diario, en la seriedad y transcendencia de cada acto en clase. Tal vez, pecaba de un excesio rigorismo hijo de otras épocas, de otras ideologías. Juzgarlo sería un injusto anacronismo y no lo hago. Al contrario, reconozco el valor y el mérito “sobrenatural”, pues creo que hay mucho de sobrenatural y espiritual en esta enorme obra, tan callada como los campos pobres de Sayago. 


La labor de Don José no terminaba en las clases. Todos los días, antes de marchar a dormir, nos reuníamos en la capilla de la iglesia parroquial de Muga, donde nos dirigía unas palabras. No recuerdo bien todas aquellas charlas que, seguramente, han conformado mi carácter y pensamiento. Sé que eran las palabras de un sacedote y profesor que trataba de educar, de formar completamente a unos chicos de familias muy modestas, algunas muy pobres, que le habían sido confiadas por la Providencia. Sé también que fuimos educados, a pesar de estar en los años 80, como si aún viviéramos en los años 60, con una precariedad de medios casi impensable, con una disciplina apenas imaginable si se piensa en que había dos residencias, masculina y femenina, de chicos que entrábamos con 14 años y podíamos alcanzar los 18 con facilidad.



Aquí me formé yo durante tres años, mis tres años de Bachillerato. Solo tengo palabras de respeto y agradecimiento para don José. Espero que pueda descansar de su trabajada vida en el Paraíso, junto a tantos pedagogos y maestros cristianos, discípulos del único y amoroso Maestro.