A Carlos y Merche.
Cuando éramos chiguitos", creo que ni me fijaba en las letras góticas del panteón donde (según una larga tradición) descansó el cuerpo de Doña María de Padilla, antes de ser trasladado a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. Aún hoy, no es frecuente entrar en la capilla de la fría iglesia de Santa Clara, a no ser que uno asista a la misa matutina, siempre temprano. Tal vez todavía puede uno acudir al rezo de las vísperas del domingo por la tarde, como lo hice yo alguna vez con mi primo Rafa.
Reja del coro y sillería mudéjar del Real Monasterio de Santa Clara (Astudillo, Palencia) |
Nada más penetrar en el capilla, la mirada busca entre la penumbra la silueta de alguna madre clarisa. Ellas ocupan, tras de la alta reja, su lugar en el coro. No es ahora momento de hablar de la sillería mudéjar expoliada antes de la Guerra Civil y hoy repartida por diversos museos españoles y americanos. La mirada atisba a las madres y casi no se fija en el arco de yesería mudéjar, a la izquierda, que debió abrigar los restos de la fundadora del Monasterio, a mediados del siglo XIV (1361).
Panteón de Doña María de Padilla, en la actual capilla. |
h[a]ec | est | domus | domini | firmit[er] | [a]edificata | bene | fu[n]data | est
Esta es la casa del Señor, firmemente edificada: está bien fundada.
Ant. Ésta es la casa del Señor, construida sólidamente sobre roca firme.
Parte superior del arco de yesería del Panteón de Dña. María de Padilla |
El caserío de Astudillo desde el otero de La Mota |
Ciertamente, llama la atención encontrar una inscripción como esta en el lugar de un sepulcro, a manera de epitafio. Anacleto Orejón lo interpreta como una alusión clara a la fundadora del monasterio.
El cronista Pedro López de Ayala, en su Crónica del Rey don Pedro, relata la trabajada vida de María de Padilla, desde que el rey se prendó de ella en Gijón, en 1352:
E en este tiempo, yendo el Rey a Gijón, tomó a Doña María de Padilla, que era una doncella muy hermosa, e andaba en casa de Doña Isabel de Meneses, mujer de Don Juan Alfonso de Albuquerque, que la criaba; e trájosela a Sant Fagund [Sahagún, León] Juan Fernández de Henestrosa, su tío, hermano de Doña María González, su madre. E todo esto fue por consejo de Don Juan Alfonso de Alburquerque, según adelante diremos. (Año Tercero, Capítulo V, pág. 76-77).
Un año después, el rey se casa con Blanca de Borbón, a la que abandona a los dos días del matrimonio, tal vez sintiéndose engañado por su padre, el rey de Francia. Y en 1354 vuelve a casarse por segunda vez con doña Juana de Castro. Hay que imaginar la desesperación de doña María de Padilla, que ya tiene una hija con el rey Pedro I (Beatriz). Debió ser este año de especial crisis para los amantes, ya que el 5 de abril de 1354, el Papa Inocencio VI le concede a doña María licencia para fundar un monasterio de monjas clarisas.
En este año [1361] morió en Sevilla de su dolencia Doña María de Padilla. E fizo el rey facer allí, e en todos sus regnos, grandes llantos por ella e grandes cumplimentos. E leváronla a enterrar al su Monasterio de Sancta Clara de Estudillo, que ella hiciera e dotara. E fue Doña María mujer de buen linaje e hermosa e pequeña de cuerpo e de buen entendimiento. E morió en Sevilla en el mes de julio A.C. deste dicho año, dexó fijos que viera del rey a Don Alfonso e a Doña Beatriz e a Doña Constanza e a Doña Isabel, de los cuales diremos en su lugar (Año doceno, Capítulo VI, pág. 332-333)La vida de doña María de Padilla me ha dado qué pensar y, entre otras cosas, me ha recordado a otra dama noble que no corrió la misma suerte que la desdichada favorita del rey don Pedro.
A doña Sancha Carrillo (1513-1537) sus padres la quisieron entregar también a otro rey, el Emperador Carlos V. Camino de Granada, la familia ofrece su hija al servicio de la Emperatriz Isabel (1527), tal vez más conscientes de ganar honores que de perder honras.
Trataron sus deudos de ofrecerla al servicio de la Emperatriz y fue admitida por dama de su palacio, con mucho gusto del Emperador, que con sola una vista quedó muy agradado de su persona. Y habiendo preguntado y sabido quién era, mostró estima y contento de recibirla (Martín de Roa, Vida i maravillosas virtudes de Doña Sancha Carrillo. En Sevilla: por Alonso Rodríguez Gamarra, 1615, Libro I, Cap. 1, fol. 2)
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